Me dijeron que la familia era un vínculo destinado a perdurar.
pero aprendí que el amor también puede desvanecerse con la misma rapidez.
Me desplacé a través de su alegría, sus sonrisas tan amplias,
Observados desde lejos, sin lugar a su lado.
"¿Por qué no nos invitaron?" pregunté frunciendo el ceño.
Mi mamá suspiró y dijo: “No todo el mundo te quiere cerca”.
La fiesta iluminó todas las pantallas que pude ver,
Un recordatorio de que la familia no estaba destinada para mí.
Me volví hacia mi hermana, su silencio era ruidoso,
Ambos, forasteros, en nuestro círculo familiar.
Miré a mi mamá, esperando una razón,
Ella me miró a los ojos y dijo: “No todos los corazones tienen espacio para ti”.
No irás a ningún lugar al que no estés invitado.
“No todos permanecen en el equipo durante todas las temporadas”.
Ella me contó historias de heridas que quedaron para crecer,
de palabras no dichas, pero pesadas de saber.
“Tu abuela trabajó duro para allanar mi camino,
pero la envidia les hizo convertir el amor en decadencia”.
Me quedé allí sentado en silencio, atravesándolo.
Darse cuenta de que la familia no siempre es para ti.
Sus sonrisas en la pantalla se sentían vacías y frías.
El amor era un idioma que nunca me contaron.
No sólo nos olvidaron, sino que nos ignoraron.
Borrados del cuadro, nuestra presencia implorada.
Esa noche aprendí lo que el silencio puede hacer,
Dice la verdad que nunca te dirían.
Dejé de esperar llamadas que NUNCA llegaban,
dejó de aferrarse a un juego unilateral.
Si ellos no hablan, yo tampoco hablaré.
No alcanzaré manos que dejen morir el amor.
A partir de entonces aprendí qué hacer:
Da la misma energía que te fue dada.
Mi mamá me demostró un amor que nunca pudo darme,
Me enseñó que la familia es cómo eliges vivir.
Ella me sostuvo cuando su silencio me hirió profundamente,
demostró que algunos vínculos no valen la pena intentar mantenerlos.
A través de ella aprendí lo que debe ser el verdadero amor,
Construido sobre la confianza, no sólo sobre una historia compartida.
El árbol genealógico puede tener raíces profundas,
pero algunas ramas se pudren, demasiado rotas para conservarlas.
Dejé de esperar, de regar lo que se negaba a crecer,
dejar ir a los que me dejaron ir.
Ahora veo a la familia como debería ser,
No sólo sangre, sino quién está a mi lado.
Son los que demuestran amor sin disfraz,
Quien me levanta, no me alimenta con mentiras.
He dejado ir el dolor, he dejado atrás el pasado,
y encontré mi paz con el amor que defino.